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martes, 28 de diciembre de 2021

Vamos tarde

Últimamente hemos tenido que añadir un elemento a las fiestas navideñas con el que no contábamos: las restricciones por la pandemia. Hasta las navidades de hace dos años el tema de conversación era el precio del marisco o del cordero, cómo gestionar las cenas sin enfados familiares, o ver si habíamos tenido suerte en la lotería; todo esto cayó en saco roto en pos de los "neologismos" aportados por el coronavirus: pasaporte covid, toque de queda, test de antígenos, positivo, distancia social.. y así podríamos seguir un rato largo. El año pasado sabíamos varias cosas: que se iba a coartar nuestra libertad, que no podríamos reunirnos en familia sin hacer ejercicios de funambulismo, que si no volvíamos a casa antes de cierta hora nos podríamos convertir en calabaza con la multa correspondiente. Y alguna circunstancia más de este sinsentido. 

Pero como somos animales de costumbres y no aprendemos, pues estas navidades hemos vuelto a caer en lo mismo, o peor, y como siempre vamos tarde. Estábamos avisados desde verano, con la variante delta del coronavirus; y ahora con la ómicron, luego vendrán la omega y la pi, o la sigma.. los griegos se deben preguntar porque asocian su alfabeto con semejante rémora. Pero no supimos leer las señales, o directamente hicimos caso omiso de las mismas, y así nos va. No es de recibo tener que vacunarte de una tercera dosis, llamada de refuerzo, (y no será la última) de una vacuna que está provocando más problemas que soluciones, o que lo que subsana por un lado lo estropea por otro; hay mucho efecto secundario escondido en estas vacunas de nueva generación: molestias estomacales, ansiedad, crisis asmáticas, etc., y los médicos al ser preguntados sobre esto se escudan en su ignorancia y su inseguridad. 

Pero volviendo a lo de antes, cuando me refiero a que "no es de recibo" intento poner el acento en la multitud de personas que sigue sin vacunarse y se la trae al pairo, que esta vacuna se debió empezar a poner en septiembre y no ahora que está contagiada la mayor parte de nuestra sociedad, lo que denota la falta de resiliencia y anticipación política, dejando invenciones de comunidades autónomas al margen. Había muchas ganas de normalidad, nuestra cultura mediterránea es cariñosa, somos de abrazarnos y tocarnos y quizás nos fiamos demasiado pensando que esto había acabado y ya vemos que no. Pero una cosa es la cultura y otra la dejadez y la falta de empatía, algo se veía venir cuando observas que dentro del tren empieza a haber gente sin mascarilla o que no la llevan del modo adecuado, y que un día una persona le recrimina a otra que no lleva dicho elemento y acaban a golpes, y tú pensando que a nadie le gusta llevar eso puesto pero la necesidad manda. 

Como dos más dos son cuatro, ya sabíamos lo que iba y va a suceder, no hacía falta enterarte de que algún personaje importante dijera que se ha contagiado, porque eso era síntoma de que vendrían mal dadas y aparecerían las restricciones. Como siempre, la "culpa" es del ocio nocturno y la restauración, hay que ser cínico para echar más cargas sobre los que están penando por las malas actuaciones de la sociedad en general. ¿Realmente hay que achacar los contagios a la hostelería y a las discotecas? Esto es una muestra de la aplicación del recurso fácil culpando a los que menos capacidad de defensa tienen. Es indecente la cantidad de cancelaciones de reservas que se está haciendo en estas fiestas, si se hubieran hecho las cosas bien, anticipando lo venidero, las personas podrían haber hecho sus comidas y cenas de empresa, sus cenas de Navidad, etc.,..y por supuesto no habría miedo a reunirse. Pero antes hay que hacer acto de contrición y aceptar que no hemos actuado bien, que nos hemos relajado demasiado y el "bicho" ha vuelto a atacar, aunque realmente no se había ido y estaba a la espera de nuestro error. 

Por otro lado está el tema del negacionismo, estarían contentos los escépticos de la antigua Grecia si pudieran observar a la multitud de acólitos que han conseguido de golpe. A nadie le gusta, ante el tema de la libertad y el determinismo, optar por lo segundo porque eso significa que no somos libres, pero hay un largo vericueto para llegar a convertirse en un anarquista pandémico. ¿Qué hubiera sucedido si nadie se hubiese vacunado? La respuesta no existe ni existirá gracias al trabajo de muchos, pero sí por la omisión de otros tantos que bien por miedo, por malas influencias, o por llevar la contraria están en las antípodas en el pensamiento sobre la pandemia respecto a los que decidimos vacunarnos por obligación, por respeto a los demás, por empatía y por el mismo miedo negacionista. 

Como la verdad solo tiene una realidad, los hospitales se están llenando, sobre todo, con los contagiados anti vacunas, no es algo que haga sentirnos orgullosos pero es lo que sucede cuando te avisan de lo que puede acaecer si niegas que la gente enferma por este virus, y que muere. Nos podríamos plantear, por otro lado, si la mascarilla nos está ayudando o perjudicando ahora, si sería mejor no llevarla para poder inmunizarnos de estos agentes externos estando vacunados, y que a lo mejor no es tan necesaria ahora como lo fue con la versión primigenia y letal del virus. O que se deben estar confundiendo los casos de gripe estacional con los de la variante ómicron. Pero no dejan de ser elucubraciones de científicos que realmente no saben la respuesta. 

Lo que está más claro que el agua es que nadie decidió vacunarse y llevar la cara tapada por amor al arte, solemos hacer las cosas por obligación cuando deberíamos hacerlas por prevención. Desde luego algo no funciona cuando ves imágenes de algún futbolista celebrando una fiesta en multitud sin distancia de seguridad y sin protección facial; o de algún campo de fútbol inglés donde el contagio se va a dar de modo efervescente por la falta de seguridad. No aprendemos, por eso luego no nos quejemos.