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lunes, 31 de enero de 2011

La adolescencia

LA ADOLESCENCIA

Jean Paul Sartre decía que el ser humano es un proyecto que se va construyendo paso a paso, el hombre pasa por diferentes etapas en su vida para alcanzar su plenitud: su “ser en plenitud”, y la adolescencia es una etapa vital para la formación del carácter de todo ser humano.
La adolescencia es una etapa ineludible en todo ser humano y ejerce de puente entre la infancia y ser adulto, es una etapa harto complicada de entender porque nos damos cuenta de que ya no somos niños pero tampoco adultos, por tanto es la época en la que tenemos nuestra primera crisis existencial porque notamos cambios en todos los aspectos: físicos, psíquicos, sensitivos, etc., ..y no sabemos a qué son debidos. Entonces es cuando comenzamos a plantearnos cuestiones sobre hechos a los que no dábamos importancia hasta el momento o sobre cosas en las que ni siquiera habíamos pensado.
Cuando somos niños sólo pensamos en jugar, divertirnos, y hacerles la vida imposible a nuestros progenitores, porque lo queremos todo y si no nos es concedido ejercemos el derecho al pataleo; cuando somos niños somos egoístas por naturaleza y nos creemos los reyes del mundo, ni siquiera pensamos en el otro sexo.
Cuando queremos educar a un adolescente hemos de tener en cuenta , como educadores, que el mismo está sufriendo una transformación completa a todos los niveles y hemos de usar la empatía para comprender lo que le sucede, debemos intentar ponernos en la piel del alumno-adolescente. Es básico intentar comprender la naturaleza de la adolescencia para llevar a cabo nuestro propósito como educadores de adolescentes: proporcionarles un currículum, una educación escolar y un proyecto de futuro.
Como ya he dicho antes, la adolescencia es la transición de la infancia a la edad adulta, y se inicia con la pubertad; es un período de desarrollo más rápido que ninguna otra etapa de la vida, exceptuando la infancia. El desarrollo del adolescente no es singular ni sencillo, y los aspectos del crecimiento durante la adolescencia rara vez se producen a la vez entre individuos o jóvenes de la misma edad. Los preadolescentes (10-14 años) son complejos, diferentes entre sí e impredecibles, van descubriendo que sus cuerpos sufren transformaciones notables, se dan cuenta de que sus capacidades mentales e intelectuales son mejores, y se convierten en “zoom politikon”: se preocupan por las relaciones con los demás y son conscientes de que viven en una sociedad con unas reglas y unos valores determinados que deben seguir, ya no son niños egoístas sino futuros adultos.
La adolescencia es sinónimo de cambio a todos los niveles, el adolescente sufre cambios físicos enormes: aumentos de tamaño y de peso, maduración de las características sexuales primarias y secundarias y aumento en la actividad mental formal. El adolescente es consciente en todo momento de los cambios que experimenta y se adapta psicológicamente a los mismos, tanto a los que tienen lugar en sí mismos como a las variaciones de desarrollo que se producen en el grupo de adolescentes al que pertenece.
Como los cambios no se producen al unísono en todas las personas, el adolescente se preocupa porque sus compañeros no pueden madurar al mismo ritmo. Aparte de la maduración física, el adolescente también sufre una maduración intelectual, que tampoco es igual en cada persona. El adolescente adquiere una terminología más extensa, dicha terminología va desde las preocupaciones operativas concretas: el aquí y el ahora, hasta los aspectos hipotéticos, futuros y espacialmente remotos del pensamiento abstracto. Estos cambios conceptuales se dan a medida que los estudiantes son capaces de asimilar conocimientos sobre nuevos fenómenos y sus ideas elementales se sustituyen por nociones más predictivas, abstractas o sólidas.
El adolescente comienza a preguntarse por su futuro, empieza a pensar como no lo había hecho hasta entonces y se da cuenta de que no había usado sus capacidades. El adolescente comienza a pensar en su porvenir y percibe que nunca hasta ahora había tenido que deliberar para después elegir, porque cuando era niño no tenía esa preocupación ya que era feliz en su mundo. Pero ahora es consciente de que debe elegir el itinerario que puede marcar su destino: tiene que decidir si quiere estudiar o trabajar, si quiere estudiar ciencias o letras, si quiere ser mecánico o ingeniero, etc., todo esto comienza a preocupar al adolescente y se da cuenta de que está viviendo una crisis existencial. Esta crisis se agudiza cuando conoce los conceptos: “amor”, “sexo”, “familia”, “muerte”, etc., que hasta entonces no existían para el adolescente y que le harán ver que su vida está cambiando por completo.
Otra crisis que está latente en los adolescentes es la crisis de identidad, el adolescente es consciente de que está en tierra de nadie, a caballo entre la infancia y la edad adulta, e intenta asociarse con sus coetáneos para buscar esa identidad perdida, las cuestiones de asociación e identidad son primordiales en ese momento para el adolescente. Cuando el adolescente es un niño, sus valores están regidos por sus progenitores; pero en la adolescencia esa situación cambia porque el adolescente pasa a verse influido por sus compañeros. El adolescente se siente más seguro con sus compañeros que con sus padres, porque éstos son incapaces de dar explicación y sentido al cambio que está experimentando y el adolescente cree que en ese momento es más válido el sistema de valores que pueda captar de sus compañeros que el que haya aprehendido de sus padres.
Lo que vemos con nitidez es que el adolescente es una persona confundida y desorientada, es consciente de que cada decisión que esté tomando ahora formará parte de su futuro pero no piensa con claridad por la desorientación y la confusión, es decir, por la crisis de identidad y de valores que padece.
Esta crisis puede conllevar un riesgo porque el adolescente puede actuar de dos maneras diferentes: a) intentando sintetizar sincréticamente lo que le parezca coherente del sistema de valores aprehendido de sus padres, con lo que crea válido del sistema de valores tomado de sus compañeros, para así crearse su propio sistema de valores y obrar de modo firme y con rectitud, buscando su propia autonomía y desarrollando su autoestima; b) desmarcarse por completo del sistema de valores que le han enseñado sus padres y sólo hacer caso de lo que vea en sus compañeros, sin distinguir entre lo bueno y lo malo, éste es el peligro porque el adolescente se puede ver metido en problemas sin quererlo: drogas, alcohol, suicidio, promiscuidad sexual(con riesgo de embarazo no deseado), conflictos con otros alumnos, etc., esto es lo que se conoce como “malas compañías” y se debe a que el adolescente es incapaz de tener una personalidad propia y se deja influenciar por los demás. Esto se puede acrecentar y derivar en delincuencia si no se remedia y ahí entra la función del educador.
El educador debe tratar de ser un segundo padre e intentar comprender a los adolescentes-alumnos, y para ello es necesario que el adolescente esté dispuesto a colaborar, debe existir una interacción profesor-alumno para que el adolescente cumpla sus objetivos y el profesor se sienta realizado. Pero lo que no debe intentar nunca el profesor es imponer reglas o normas porque el alumno se rebelará, el adolescente se crea su propio sistema de valores y los lleva a la práctica. Uno de esos valores debe ser el respeto mutuo entre el profesor y el alumno, pero respeto no significa distanciamiento porque debe existir armonía en la clase y para que surja la misma es necesaria una buena relación entre ambas partes.
Como he apuntado antes el adolescente corre el peligro de caer en las redes de lo desconocido, bien por su ignorancia o bien por malas influencias. La adolescencia es el período de la locura, es cuando crees que no tienes miedo a nada cuando en realidad recelas de todo y te crees mejor que los demás y el más fuerte, cuando sabes que siempre habrá alguien más fuerte que tú y que alguien te superará en alguna faceta. El adolescente debe ser capaz de poder forjarse su propia personalidad y no dejarse llevar por los demás, si se deja llevar por los demás nunca tendrá integridad como persona o, si va por el camino errado, acabará siendo un desgraciado por haberse dejado influenciar por compañeros que no han sabido madurar porque no han podido superar esa crisis existencial que conlleva el ser adolescente. El adolescente debe tener su propio modelo axiológico y el mismo debe contener aquello que le puede conducir a la felicidad y a ser una persona de provecho.
Aunque el adolescente se cree su propio sistema de valores, sus padres deben intentar que esos valores sean los adecuados para su formación como personas, sino es así el adolescente puede acabar en la indefinición y es entonces cuando busca cobijo entre compañeros que están como él: desorientados, confundidos, sin identidad, etc., esto sin hablar de familias desestructuradas y que están viviendo al margen de la sociedad, un adolescente que provenga de dichas familias puede ser, gracias a la desidia de sus padres, la peor influencia para cualquier adolescente que provenga de una familia normal y que esté afrontando la crisis de la adolescencia. Ahí entra nuestro papel como educadores porque nosotros podemos ser capaces de enderezar el rumbo de dichos adolescentes intentando ponernos en su piel para comprender su modo de pensar y hablando con los padres de ambos tipos de familias para explicarles que lo que les está pasando a sus hijos no es ninguna tontería, y que deben intentar ayudarles a comprender lo que les sucede.
Los educadores no somos sólo eso sino que debemos ejercer de psicólogos o pedagogos para poder entender al adolescente, pero por mucho que avancemos en nuestra función como educadores eso no servirá de nada si los padres del adolescente no siguen nuestra función y ejercen también de psicólogos; el adolescente se debe sentir valorado y entendido por sus padres, aunque éstos, en realidad, no puedan explicarle muchas cosas de las que le suceden, sí deben intentarlo por lo menos dejando a un lado los tabúes: por ejemplo, la sexualidad, las drogas, etc.,
Por otro lado, el adolescente adquiere consciencia de lo que significa la amistad, para el adolescente lo primordial son sus amigos porque necesita formar parte de un grupo de iguales, también desarrolla mayor interés y tiene mayor relación con miembros del sexo opuesto. El adolescente participa en una gama de actividades más variada y que le ayuda a establecer un concepto de sí mismo y de su identidad personal. El adolescente busca su identidad, y para ello primero debe establecer quién es, qué lugar ocupa entre sus compañeros y dónde encaja en el conjunto de la sociedad.
El adolescente, a medida que se va esforzando por resolver sus problemas y efectúa ajustes psicológicos a los cambios que acaecen en su vida, se enfrenta de modo ineludible a conflictos que se dan entre las diversas identidades y valores que se están a su alcance. Cuando los conflictos se resuelven de manera negativa, el adolescente tiene sensación de estar alienado o distanciado con respecto a su familia, amigos y la sociedad en general. Esta alienación es aislamiento, ausencia de significado, de normas y de poder, y es el punto de partida de los peligros antes mencionados: alcoholismo, drogadicción, suicidio, problemas de conducta y promiscuidad sexual.
El adolescente se siente alienado porque se siente utilizado por la sociedad, es tratado como mercado de consumidores, fuente de mano de obra barata, o capital humano, así vemos que el materialismo ejerce una gran influencia en los valores del adolescente. Pero el adolescente se habitúa a ese consumismo y lo adapta a su estilo de vida, claras manifestaciones de esto son la forma de vestir y la música, que le dan en parte sensación de identidad y le compensan la sensación de alienamiento. El adolescente experimenta también una sensación de impotencia ante lo que le sucede porque tiene necesidad de asumir un sentido de independencia. El adolescente cree necesitar, para desarrollar una personalidad independiente, emanciparse del control de la familia y garantizar la igualdad de estatus en el mundo de los adultos, esa necesidad da lugar a multitud de malinterpretaciones y conflictos que surgen en el hogar y en la escuela, es cuando el adolescente comienza a rebelarse.
Esta rebelión podría ser bien vista por parte de los adultos si fuera considerada una prueba de madurez, pero no es así porque el adolescente trata de imponer sus propias reglas, y estas reglas chocan frontalmente con las reglas del profesor o de los padres. El profesorado, por ejemplo, no entiende la necesidad de independencia que tiene el alumno y lamenta la aparente pérdida de respeto por parte del mismo, cuando en realidad el alumno trata de buscarse a sí mismo.
La escuela tiende a maximizar el sentimiento de alienación del adolescente, porque establece normas y reglas que privan al alumnado de la independencia y libertad de pensamiento y acción que necesitan, la escuela le proporciona ambientes estructurados y anónimos que resaltan el logro cognitivo antes que el reconocimiento de sus necesidades emocionales y físicas, las escuelas promueven y refuerzan sin quererlo esa sensación de impotencia y aislamiento hacia la que tiende el adolescente. El adolescente cree que la escuela le está transmitiendo de modo implícito e impositivo falta de afecto, ese afecto es lo que en realidad busca el adolescente y por eso el adolescente no se identifica e implica plenamente con el proyecto de la escuela. El educador debe darse cuenta de esto como psicólogo e intentar solucionar los problemas del alumnado que estén a su alcance, debe intentar que los alumnos busquen su autoestima y que se sientan útiles para la sociedad.
Por otro lado, aparece en el adolescente el interés sexual: el adolescente empieza a citarse con miembros del sexo opuesto y a iniciarse en la actividad sexual, influido por los cambios hormonales y anatómicos así como por las expectativas sociales, la elaboración de pautas personales de moralidad y comportamiento será un tema crítico para el adolescente desde entonces.
En los adolescentes no sólo hay necesidades de carácter personal o social en el ámbito de sus relaciones inmediatas, son sociales en un sentido más amplio porque se interesan por los temas de los adultos y tienen capacidad para poder comprender y afrontar los problemas y complejidades del mundo que les rodea, y desarrollar actitudes en torno a los mismos. En esta época, el adolescente empieza a imaginar y a adoptar personajes, roles, etc., a los que pueden aspirar como adultos, así como a explorar las exigencias del mundo laboral y de las responsabilidades de los adultos.
Según Bennett y Lecompte, la adolescencia es un fenómeno reciente y es más propio de los países más industrializados de las zonas más occidentales del mundo; en otras sociedades y en otras épocas, el paso entre la infancia y el ser adulto es más breve comparativamente hablando. En las sociedades tradicionales se puede apreciar que el período entre la infancia y la edad adulta se asociaba asiduamente con el instante en que la persona joven llegaba a la madurez física, a la autosuficiencia económica y encontraba una pareja con la que contraer casorio, estos eventos solían darse al mismo tiempo y éste es el caso de comunidades aborígenes, por ejemplo.
Paradójicamente con lo que sucede en las sociedades industrializadas, a estos jóvenes les era permitido en buena medida ejercer su voluntad cuando y donde quisieran, incluso tomar decisiones en el instante en que estuvieran preparados para obedecer a sus propios intereses económicos y familiares. Pero a medida que el mundo occidental se fue industrializando, se retrasó durante mucho más tiempo la llegada a la edad adulta, que normalmente se establecía mucho después de que hombres y mujeres llegasen a la madurez física. También afirman que la forma particular adoptada por la escolarización y la economía ha tenido un impacto sustancial sobre ese retraso en la llegada a la edad adulta. La práctica común existente en muchos países industrializados es que los estudiantes pasen períodos de tiempo cada vez más prolongados matriculados en instituciones educativas destinadas a prepararlos para ser económicamente autosuficientes en un mundo laboral que exige personas maduras y altamente cualificados. A diferencia de sus antepasados, los jóvenes son distribuidos en grandes grupos, aislados de la mayoría de los adultos, y privados de muchos de los derechos de los que disfrutan los mismos.
Existen diversas variaciones entre los adolescentes: género, raza, etnia, clase social y lengua, todos estos factores definen la actitud y el comportamiento del adolescente. Las normas y comportamientos de los adolescentes y de sus grupos de amigos vienen determinados por su posición socioeconómica y la cultura de sus comunidades, esto se acrecienta ahora con el surgir de las sociedades multiculturales y globales.
En fin, la adolescencia no la crean sólo los adolescentes, en muchos aspectos es reflejo y adaptación de problemas y preocupaciones de los adultos, y en ella intervienen parcialmente los adultos que se distancian de los problemas de la adolescencia aduciendo que existe una falta de influencia sobre sus normas y valores. El narcisismo se ha extendido por amplios ámbitos de nuestra cultura y muchos adultos se muestran ávidos por imitar los valores y estilos adolescentes, como si intentasen simbolizar su propia y sempiterna juventud e inmortalidad antes que reafirmarse y guiarse mediante sus propios valores morales. Educar a los preadolescentes significa aceptar y participar en sus preocupaciones, sin admitirlas ciegamente ni rechazarlas de manera tajante.
El adolescente termina atrapado en un dilema porque, por un lado, tiene necesidad de independencia y, por otro, tiene necesidad de seguridad. Las exigencias de los preadolescentes son complejas, cruciales y desafiantes para los que les ha sido encomendada la tarea de satisfacerlas. El desafío radica en dar respuesta a sus necesidades personales, sociales y de desarrollo, y en establecer las implicaciones que tienen para ellos sus experiencias educativas como futuros ciudadanos adultos.
Resumiendo, el adolescente debe adaptarse a profundos cambios físicos, intelectuales, sociales y emocionales; debe desarrollar un concepto positivo de sí mismo y experimentar y crecer hasta lograr su independencia. También debe experimentar la aceptación social, la identificación y el afecto entre sus iguales de ambos sexos; y desarrollar enfoques positivos con respecto a la sexualidad.
Por último, el adolescente debe ser plenamente consciente del mundo socio-político que le rodea, así como de su habilidad para afrontarlo y de su capacidad para responder de forma constructiva al mismo; y debe establecer relaciones con los adultos.
Aunque el estudio de Hargreaves está hecho en U.S.A, he intentado adecuarlo y acercarlo a nuestra perspectiva y nuestra realidad, porque nuestra sociedad está comenzando a parecerse a la sociedad multiétnica, multiracial, es decir, multicultural y global americana.
He intentado reflejar el tema de la adolescencia desde dos perspectivas: desde la del educador y desde la del propio adolescente, y como vemos son dos realidades encontradas.

Manuel Morillo Miranda

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