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martes, 25 de agosto de 2020

Árbitros de nuestro sino

La verdad es que prefiero ver "C.S.I" antes que las noticias, me aburro de sentir siempre lo mismo, pero el boca a boca sigue vigente y quieras o no te llega al oído lo que sucede estos días. Pero, ¿es verdad lo que está pasando?, o tal vez tienen razón los negacionistas y este virus es solo una cortina de humo para tenernos entretenidos ante la que se avecina. En fin, cada uno que piense lo que quiera, este país es libre y desde luego conocemos el libre albedrío al pie de la letra.
 
Porque lo que viene es algo grave, no diría que es un tsunami pero poco le falta, y todo porque las comunidades autónomas juegan a ser casas de subastas y lo subastado son nuestras vidas. Y los árbitros, los del desgobierno, tampoco es que ayuden demasiado, se fueron de vacaciones como si nada y les dejaron el marrón a las comunidades autónomas, y éstas a los pobres ayuntamientos, que bastante tienen con autogestionarse, aunque hay que decir que muchos ayuntamientos lo están haciendo fetén cuidando de sus vecinos.

La verdad es que debe ser difícil gestionar un consistorio, no ya por la situación que padecemos sino por políticos veletas que cambian constantemente de opinión, esto ya lo dije en otro artículo pero merece recordarlo. Los bandazos están siendo del tipo de fuerza de 6G que solo pueden soportar algunos pilotos de automovilismo y astronautas, y la lista empieza a ser ya para pensárselo bien porque parece sacado de alguna comedia de los "Monty Python": empezando por la obligatoriedad o no del uso de mascarillas y guantes, pasando por la distancia interpersonal de seguridad y llegando a lo irrisorio que resulta ver cómo cada uno interpreta las leyes como quiere y actúa en base a eso.

Digo esto porque si los trileros no solo se dedicaran a mirarse su propio ombligo para sacar tajada, a lo mejor esta crisis se podría haber solventado de otro modo. Los pobres ayuntamientos, que ya tienen suficiente con hacer malabares con sus presupuestos, ahora están temblando al escuchar como el gobierno les pide amablemente que les cedan el dinero que han podido ahorrar, mientras el gobierno se dedica a dilapidar. Desde luego que ser alcalde de cualquier pedanía, pueblo o pequeña localidad debe ser profesión de alto riesgo en este momento, máxime si tienes a tu población recluída.

Naturalmente, los consistorios, grandes y pequeños, han dicho que naranjas de la China, que ese dinero no se toca. No les dotan de los equipos necesarios para prevenir una nueva ola del virus, les cierran el ocio nocturno que da de comer a mucha gente, limitan los horarios de hostelería, prohíben fumar, etc; y encima tienen el estómago suficiente para pedirles dinero, como dicen en mi tierra "això és de traca i mocador". A esto hay que sumarle que existen ayuntamientos "rebeldes" que antes de ver a sus vecinos explotar, deciden hacer caso omiso de los dictámenes del gobierno y de las CCAA, ese ha sido el caso de Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, localidad donde un juez ha decidido dejar sin validez la utilización obligatoria de la mascarilla y ha revocado la prohibición de poder fumar en la calle. 

Yo no sé ustedes, pero yo observo lo que sucede a mi alrededor y sigo viendo gente sin mascarilla, personas fumando en la calle y mesas sin distancia en los bares, de ahí lo que mencioné antes de que la hermenéutica de las normas del COVID'19 es muy laxa y elástica, por lo que se ve el importe de una multa no es razón suficiente para hacer reaccionar a las personas, y esto es peligroso si se propagan ciertas conductas que vemos a diario en los medios de comunicación. El concepto nietzscheano del premio y el castigo es una verdad como un castillo, pero no estamos preparados para el premio y nuestra sociedad aprende a base de palos, ya veremos cómo acaba esto.

Dejo para el final lo que ya me empieza a superar sobremanera: la actitud de los mass-media, aunque yo los denomino ya "menos media" porque su credibilidad va en descenso contínuo. Decía Nietzsche que "la verdad la ostenta el poder", y no nos engañemos porque quien tiene el poder en nuestro país son los medios de comunicación, pero algunos se han convertido en meras cloacas informativas, cuya propaganda radica en puro sensacionalismo, engaño recurrente y favoritismo político; pero no en el rigor periodístico y la ética profesional que se le presupone a cualquier comunicador. 

No entiendo la razón por la que un medio de comunicación se dedica a alarmar a la población por el interés que sea. Si queremos subsanar esta situación, no podemos ver imágenes de hospitales vacíos que supuestamente están llenos de enfermos por el coronavirus, ese no es el camino y no creo que a nadie con dos dedos de frente le interese que esas imágenes se conviertan en realidad. 

Manuel Morillo Miranda








domingo, 19 de julio de 2020

"Sociedad liquidada"

Este artículo va dedicado a nuestros mayores, a esa generación que se desvivió y se desvive por nosotros y que ha sido tan maltratada por el dichoso virus.

Hay que ver cómo ha cambiado nuestra sociedad en los últimos 80 años, esa generación de posguerra que lo dio todo por el futuro de sus familias no ha recibido a cambio nada más que disgustos, sobre todo en estos últimos meses, debido al COVID'19. Y no hablo de falta de cariño por parte de descendientes hacia progenitores sino todo lo contrario, lo que ha habido es una gran falta de tacto a nivel institucional para abordar esta situación que padecimos, y que seguimos padeciendo ahora por culpa de esa juventud desarraigada que piensa que esto no va con ellos como si fueran superhéroes sin capa, y como vemos "el hombre es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra".

"Juventud, divino tesoro" decía Rubén Darío en su "Canción de otoño en primavera" a principios del siglo pasado, pero en esa época no había ni tecnología ni tanto ocio, simplemente la juventud se dedicaba a ayudar a sus familias porque el hambre acuciaba. Y dicha juventud desconocía totalmente lo que se avecinaba, aquí y fuera, tres tremendas guerras que aún resuenan en nuestras conciencias y de las que deberían aprender los jóvenes de ahora, que solo piensan en hacer botellones y jugar a la PlayStation, pero poco piensan en estudiar y forjarse un futuro, con esto no quiero generalizar y esto demuestra también en ellos rebeldía por un mañana incierto. En cualquier caso, el pan hay que ganárselo y no esperar a que te lo den todo hecho como sucede en esta sociedad de estómagos agradecidos.

Gran razón tenía el sociólogo Zygmunt Bauman cuando acuñó el término de "sociedad o modernidad líquida", vocablo que encarna por un lado la creciente falta de valores que sobrevuela constantemente en nuestra época, y por otro la cosificación constante a la que estamos sometidos. Según Bauman: "la modernidad líquida, la sociedad líquida o el amor líquido son expresiones que definen el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador". 

¿En qué momento han cambiado estos valores que predominaban en la sociedad y se han cambiado por otros o simplemente han desaparecido? Esta cuestión es difícil de responder pero si nos atenemos al concepto de "analfabetismo" lo podemos entender adecuadamente. Si volvemos hacia atrás unos 60 años, podemos observar que multitud de personas no sabían leer ni escribir, y  buscando un futuro mejor aprendieron no solo lectoescritura sino también a integrarse donde inmigraron, muchas veces con una lengua diferente a la propia, siendo parte de la misma nación.

Debió ser muy duro, y hablo de forma ignorante como hijo de esa generación, tener que irte de Galicia a Cataluña, o de Extremadura al País Vasco, con una maleta medio vacía de cosas pero llena de sueños por cumplir, buscando sustento porque en tu terruño no te lo podían asegurar, pero con la esperanza de que el día de mañana habrías cumplido un proyecto vital, formando una familia y habiendo conocido a personas que te acompañarían en ese viaje que es la vida, personas que lo dejaron todo porque su propia familia no les podía mantener o no había trabajo para nadie. 

Y en cuanto podías regresabas unos días (afortunado el que tiene un pueblo para veranear) para ver a tu familia, para llevarles regalos o dinero y más de uno tomaba la misma decisión que habías tomado tú. Y cuando pensabas que ya no escucharías más esa dichosa palabra, "analfabeto", vuelve a resonar en sus cabezas de modo atronador, esta vez en su aspecto tecnológico. Entonces piensan si renovarse o morir, y también que ya es tarde para seguir el tren de la modernidad, esa modernidad líquida que ha pasado como un tren delante de sus miradas pero a la vez imperceptible, ya han luchado bastante ( o eso pensaban) y la jubilación es la prueba palpable de ello.

Pero cuando pensaban que los últimos años de su vida serían para descansar, disfrutar de la familia y retomar proyectos pendientes, viene un enemigo infame que se lleva por delante sus vidas sin dar tiempo a despedirse de los suyos, sobre todo en las residencias, un virus voraz que destroza de modo inmerecido miles de familias y causa secuelas que pueden ser aún peores, porque el miedo atenaza y hay personas que tienen miedo a salir de casa, están como muertos en vida y no entienden el porqué de esta venganza de la naturaleza, máxime cuando ellos nacieron en una época de crisis pero bien sanos.

A mí me hace gracia escuchar en la caja boba conceptos como "la curva", "la nueva normalidad", "número de casos", etc; todo eso está muy bien para estadísticas insulsas, pero se olvidan de algo muy importante: las personas. Toda la población fallecida son antes de todo personas y no números, no sé cómo la gente no tiene hartazgo ya de esa cosificación en el documento nacional de identidad, en el número de la seguridad social, en cualquier trámite que tengas que realizar...las personas no nos llamamos por la calle como si fuéramos números sino por nuestro nombre propio, y esto también forma parte de esa modernidad líquida que hace que las relaciones interpersonales sean muy diferentes ahora y hace 40 años. Para muestra un botón, si analizamos el comportamiento social de un pueblo pequeño y una ciudad grande, observamos que son el día y la noche.

Si alguien muere en una población pequeña te enteras al instante porque las verdaderas redes sociales son la gente mayor, si esto sucede en una población grande te avisan si es alguien allegado pero tu número de conocidos es ínfimo respecto a esa población, aunque depende también de la ubicación porque hay barrios que parecen pequeñas localidades, yo me crié en uno de ellos en Barcelona y aunque no fueran pequeñas casas pintadas de blanco sino grandes edificios, podías dejar el coche con la ventana bajada y hasta sacar mesas y sillas por la noche a la calle en verano, pero no era lo usual. Otro caso es ir a comprar, en un pueblo pequeño el dependiente ya sabe de antemano lo que vas a comprar, en una ciudad vas a comprar y pocas veces existe esa ley de que te dejen pasar si solo llevas una cosa y el de delante el carro lleno... y así podríamos seguir largo y tendido, lo que sí existe en la ciudad es más libertad a todos los niveles. Eso sí, en los pueblos eres Juan, Pepe o Carmen; en la ciudad eres el número de una tanda porque se ha perdido el respeto y la pregunta aquella de "¿quién da la vez?". 

Para finalizar, es muy triste no haber podido ver a tus padres durante tres meses y cuando los ves están con los ojos llenos de sufrimiento pensando que se han salvado por el momento, no quieren que subas a la que era tu casa por miedo a que los contagies y te ves obligado a verlos en la calle para que corra el aire, aunque nadie conoce a ciencia cierta el origen del virus infame. Pero aún es más triste desconocer el número de personas, porque somos personas, que han faltado en esta pandemia y que formaron parte de la generación más válida y luchadora que ha habido en este país. Bravo por ellos y por ellas, allá donde estén, un gran abrazo a esas familias y a los que han podido sobrevivir, mucha esperanza y nuestro cariño. Que no piensen que esa generación es una sociedad "liquidada", porque aún tiene mucho que vivir, de nuestras acciones depende.

Manuel Morillo Miranda



jueves, 21 de mayo de 2020

Las "más-carillas" deberían ser más baratillas.

Desde que empezó la crisis del COVID'19 vivimos en una situación esperpéntica constante por culpa de una nefasta gestión, tanto gubernamental como de las CCAA. Y esto se plasma en el último tema del momento: el de las mascarillas. Ahora no, ahora sí, nos llevan deambulando de un lado a otro en nuestros pensamientos y nos rompen los esquemas contínuamente, hasta que al final nos cuestionamos todo lo que sucede y acaecerá.

¿Porqué ahora las mascarillas son obligatorias de la noche a la mañana y antes no lo eran? Supongo que la respuesta a esta pregunta es algo complicada porque los ciudadanos de a pie desconocemos o no tenemos esa información, y lo único que nos queda es elucubrar hipótesis imaginarias que no van más allá.

Podemos mal pensar que al principio de los tiempos, hace ya más de dos meses, la mascarilla se había convertido en un concepto, un elemento que vivía en el noúmeno o en el eidos platónico; dicho de otra manera, había desaparecido por arte de magia de la faz de la tierra y solo algún privilegiado disponía de ese bien preciado. Pero ahora se ha convertido en un complemento indispensable de nuestra cotidiana vida, ahora sí existe y se manifiesta cual fenómeno.

La cuestión es que cuando no habían mascarillas no eran obligatorias y ahora cuando las hay sí lo son, es una muestra más y contínua de los desmanes de este gobierno veleta que está en proyecto de auto-destrucción. Si no hay una buena base desde un principio y construyes la casa por el tejado, normalmente se va a desmoronar. Y no es que solo haya mascarillas, sino que parece que se han reproducido como conejos y se han convertido en un buen negocio. 

Preguntad a una familia con dos hijos y con pocos ingresos, que por desgracia hay muchas familias así, la gracia que les hace desprenderse de unos cien euros mensuales para comprar algo que debería ser gratuito, hasta el punto de que tendria que ser costeado por el bolsillo de los mismos bribones que no han sido capaces de, avanzarse a una situación de emergencia  primero, y no lograr el bien común después. 

Y esos bribones, o bravucones, en el sistema político de Platón quedarían fuera porque la demagogia estaba penada. Es como la línea aristotélica, en un extremo la virtud democrática y en el otro el vicio demagógico, pero el árbitro, el término medio deseado, la prudencia, no convence a ninguno de los extremos y al final ese hilo se desvanece. 

Así que si se supone que vivimos en una democracia, debería haber más moderación y menos bravuconerías, pero no es el caso. No sucede lo ideal porque los verdaderos políticos , los estudiosos de la ciencia política, se van a la empresa privada y no quieren saber nada de este tema. Si hacemos una consulta sobre el número de personas que conforman ambas camaras, la baja y la alta, creo que nos llevaremos las manos a la cabeza porque hay un número ínfimo de políticos que sean tales de carrera. Y esto es muy grave cuando se trata de gestionar un estado, o nación.

Volviendo al tema de las mascarillas, lo que aún me parece más infame es que si de verdad ya había un gran stock de las mismas, o se sabía que se podían haber realizado aquí, se fueran a otros mercados a por ellas, es el mismo tema de las pruebas PCR pero sobre eso no opino porque no soy científico. Es grave por dos motivos, era y es un producto de primera necesidad y computa como tal en el pago de impuestos, y se perdió una gran oportunidad de ofrecer trabajo a personas que seguramente hubieran resuelto sus problemas por un tiempo, pero eso como dije antes son suposiciones.

Nunca es tarde, y creo que la mayoría esperamos un cambio de ritmo en este gobierno, con más transparencia y menos dudas y ambigüedades, ahora no se trata de dar y pedir sino simplemente de ayudar a la ciudadanía, sean o no votantes, a volver a encontrar el camino a la felicidad.  

Y el primer paso a dar es ser conscientes de que son seres privilegiados que deben bajar al lodo para observar lo que ha causado esta pandemia y mirar las señales que los ciudadanos españoles van dejando como migas de pan en su contra: descontento, querellas, cierre de empresas, miseria, pobreza, impagos, etc; 

Pero en vez de eso recurren a sacar los trapos sucios y crear revanchismo, la imagen de disturbios entre posiciones ideológicas diferentes en las calles no ayuda en nada y solo favorece al que está en su sillón mofándose. Tenemos derecho a la manifestación, recogido en la Constitución, y más en tiempos de penurias como es el caso, pero no tenemos derecho a llenar la calle de enfrentamientos, hay que pensar más con la cabeza y menos con el corazón.

Vamos hacia una peligrosa deriva y el primer gesto de esa élite privilegiada podría ser la gratuidad de las mascarillas, no lo digo yo, sino los mismos profesionales sanitarios y farmacéuticos; si los políticos no hacen concesiones el pueblo los juzgará tal como a los gladiadores en la arena, y hay que recordar que el pueblo es soberano como se demostró en tiempos de la Revolución francesa.

Pero por otra parte, no deberían crear falsas esperanzas con rentas mínimas que no se sabe cómo se van a pagar y que nos van a hipotecar hasta el fin de los dias, es lo que tienen socialismo y comunismo, que constituyen el mayor peligro en su máxima expresión, y a la vista está demostrado en la historia. 

Por último, porqué nadie les dice a los iluminados que no tiene sentido ponerte guantes y que contagian más que ayudan. Si entras en un supermercado te deberías poner los guantes y ya está, pero pretender que te los pongas después de limpiarte las manos con el dichoso hidrogel convierte hacer la compra en un deporte de riesgo porque se te resbalan los productos, te sudan las manos y a la hora de pagar quieren que uses la tarjeta cuando es imposible sacarla de la cartera. 

Con lo cual te acabas quitando los guantes y su uso es en balde porque no sabes desprenderte de ellos de forma adecuada. ¿No sería mejor que te pusieras los guantes directamente y después de pagar te pusieras el jabón para salir del establecimiento?

A título personal, las mascarillas son para no contagiar y los guantes sólo son para el personal cualificado, quien no lo quiera ver está ciego.

Manuel Morillo




viernes, 15 de mayo de 2020

Redes sociales: ¿pa qué?

Este título cuestiona una de las típicas puyas o coletillas del humorista José Mota, y creo que deberíamos hacer más el "humor" y menos la guerra. 

Últimamente estamos asistiendo a un boom de neologismos anglosajones aplicados a nuestra terminología tecnológica: "hashtag" o etiqueta; "on-line" o en línea, "trending topic" o tendencia; "influencer" o persona influyente; etc; pero lo que más peligroso me resulta es este término, que seguramente muchas personas desconocen: "F.O.M.O (Fear of missing out), que no es otra cosa que el miedo a perderse algo que esté sucediendo en cualquier lugar del universo.

En 90 años hemos pasado de opinar de lo que sucedía lejos de nosotros sin un conocimiento previo, tal como advertía José Ortega y Gasset en su "Rebelión de las masas" de 1931, ese derecho a opinar sin compasión ni comprensión; a un exceso de información que nos hace intentar saber todo lo que sucede a todas horas, y eso no es sano. 

Digo que no es sano porque está creando unos niveles altísimos de dependencia de diferentes utensilios con los que la mayoría no sabrían vivir: smartphone, tablet, ordenador...y que si bien nos ayudan mucho en nuestras tareas cotidianas, se han convertido en una especie de brujos malignos que nos incitan a su uso constante, son una especie de droga del siglo XXI, una droga nunca antes conocida ni consumida, porque solo entra en nuestro cerebro través de nuestra sentido visual y nos provoca una exacerbada ansiedad.

Y claro, en el primer lugar del "top-ten" (otro palabro) de esa información o desinformación digital, que deberían llamar visual pero son nuestros intrépidos dedos quienes les dan sus formas maquiavélicas; están las denominadas redes sociales, de las que era un ávido consumidor y de las que puedo decir que me he desintoxicado porque realmente no me llevaban a ningún sitio, solo me entretenían y me hacían perder el tiempo que podía usar para otros menesteres. 

El vocablo "entretener" tiene a mi entender dos sentidos, uno de ocio: que es el tiempo de asueto en el que disfrutamos con algo o con alguien; y otro temporal: que ejerce en nosotros una especie de viaje galáctico en el que estás presente pero no latente, o dicho de otro modo, estás como inconsciente , en "standby" , sigues en cuerpo presente pero no en alma. Tu alma se ha vendido al diablo tecnológico, como en el "Fausto" de Goethe pero en versión 3.0. 

Hay aquí una problemática gravosa para progenitores, profesorado y por supuesto para los grandes consumidores de información: adolescentes y alumnado en general: ese problema es encontrar el límite entre el entretenimiento, al pasar las horas muertas, o el reconocimiento de estar enganchado a esa morfina digital. 

Todas las personas tienen, o deberían tener, un "quehacer", un saber qué hacer a cada momento, el quehacer de cada cual. Ortega y Gasset ya decía que el mero hecho de no hacer nada ya es hacer algo, y lo dijo con gran conocimiento de causa, en el momento de la preponderancia, llámese también rebelión o imperio, de las masas. Siempre he dicho que Ortega fue un gran visionario que predijo muchos hechos que han acabado sucediendo, y nos estaba avisando sin quererlo del problema limítrofe que he anticipado antes. 

Hemos de pensar que en esa década de los años 30, de la que nos informaba Ortega, se había avanzado tanto en todos los aspectos que las masas, la muchedumbre, tenía a su alcance cualquier espectáculo que otrora solo estaba destinado a las clases pudientes; en ese momento, cine, teatro o fútbol eran la máxima expresión de esa masa que sentía fervor por lo público. En el ámbito más privado podríamos hablar de lo operístico como paradigma. 

Pues si hace 90 años eran imparables, tanto el fenómeno de las masas como el progreso científico-tecnológico, imaginaros esto elevado al infinito en la actualidad,  en el que te consideran una especie de "meteco" griego o analfabeto digital si no tienes ni pajolera idea de las tecnologías de la información. Y la situación de confinamiento no ha hecho más que agravar este concepto, renovarse o morir. El único pero fue que el progreso llevaba y lleva a la destrucción de tanto en tanto, pero eso no es objeto de estudio en este artículo.

Y quien no entra desde luego en este ámbito de analfabetismo digital es cualquier persona nacida después del 2000, lo llevan en la sangre y se vanaglorian de ello, de dejarte atrás ( o eso creen). Entonces: ¿Dónde está ese límite que mencionaba anteriormente?, ¿Cómo le dices a alguien que deje de usar un artificio cuando lo usas tú también y no le estás dando ejemplo?, ¿Cómo le pides a un alumno que no utilice un smart phone en el aula pero luego le envías una tarea en la que ese utensilio es vital?. 

En fin, ese límite es una tarea ardua pero hay que encontrar un equilibrio en el que el consumidor distinga entre el ocio y el negocio, entre el entretenimiento y la saturación. Si hace casi un siglo se produjo el imperio de las masas, ahora nos encontramos con el imperio digital...y éste ha venido para quedarse. 






viernes, 1 de mayo de 2020

Gobierno inERTE

Si hay una palabra, o dos, para definir las acciones, mejor dicho las inacciones, de este gobierno son su "inercia" y su ineficacia. Algo inerte es sinónimo de algo sin vida, algo que debes mover porque no posee "un automovimiento" como poseen los seres vivos cada uno a su manera. Así, algo inerte está en un reposo contínuo, como lo son una piedra o un lápiz, que no tienen la propiedad de moverse por sí mismos y que solo son movidos o movibles si una determinada fuerza actúa sobre dichos objetos, pero por el momento dejemos las leyes de la física a un lado y vayamos entrando en materia.

Entonces, ¿Qué le sucede y de qué adolece este gobierno? Podríamos aducir miles de argumentarios para contestar a semejante cuestión, pero lo podemos reducir en el "aquí y ahora" a varios factores, y me dejo bastantes: falta de liderazgo, autocrítica y preparación;  sentimiento y obligación de perpetuidad en el poder, improvisación por doquier, exangüe y desesperenzadora fiabilidad del pacto e incumplimiento de lo prometido, en resumidas cuentas: ser el paradigma de la ineficacia.

Para explicar estas razones creo que antes debemos dar un rodeo histórico en el tiempo para poder comprender el problema que aquí nos ocupa. Soy de la opinión de que hace muchos años que nuestra "Carta Magna" se está quedando atrás, no está actualizada y debe ser reformada conforme a los tiempos en los que nos ha tocado vivir. Fue una "Constitución" adelantada a su tiempo y óptima según las circunstancias acaecidas en 1978 (como lo fue en sus tiempos la liberal "Pepa" de 1812), votada y refrendada por la inmensa mayoría de la sociedad española de la época.

Pero han pasado 42 años ya desde que dicho compendio de leyes nació, y después de haber pasado su mayoría de edad ha envejecido y no se adecúa a esta nueva tesitura. Renovarse o morir, esa es la cuestión, y, más pronto que tarde, alguien con una visión de futuro abrirá los ojos seguramente a esta sociedad tan anclada en el pasado. Un gran punto a valorar sería la reforma de todos los aspectos relacionados con el sistema parlamentario y electoral: ley D'Hondt, gobierno del partido más votado (con mayoría absoluta o sin la misma), supresión de instituciones vanas, reafirmación de los consistorios, etc;

Como he dicho antes, una de las causas, sino la más acuciante, de la ineficacia o ineptitud de este gobierno (o el término que ha acuñado el filósofo Jean d'Ormesson: "ineptocracia"), es la falta de liderazgo en política. Cualquier persona que se quiera dedicar a este "noble" arte de la política, debería estudiarse antes un sinfín de teorías básicas utilizadas a lo largo de la historia, comprendidas todas en el gran libro de Norberto Bobbio sobre la "teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político". 

Desde Platón, Aristóteles y Maquiavelo; pasando por Bodino, Hobbes, Vico y Montesquieu; hasta llegar a Hegel y Marx; todos ellos han construído un sistema con sus teorías, a veces acertadas, a veces no, y todos han ejercido de ideólogos sin saberlo.

Y el problema no radica solo en desconocer, por ignorancia o memez, cuales son los fundamentos de cualquier ideología de índole política, sino en asumir que en política no se puede innovar, y digo esto porque observo una gran carencia ideológica; no es que solo falten políticos bien preparados sino que en parte no los hay porque no hay liderazgo. 

Que no hay liderazgo se observa en cuanto enciendes la caja boba, "cadenas diferentes con ideologías diferentes que cuentan cosas diferentes", no hay quórum, no hay un consenso que ahora sería más necesario que nunca, solo hay lides vanas por minucias territoriales. Si existiera un líder que de verdad aglutinara a las masas en busca de un fin o bien común, las cosas no nos vendrían tan mal dadas, y la situación futura no nos da atisbos de esperanza precisamente. 

Sobre la preparación de los políticos, no hay que observar de primeras solo el aspecto académico de tal o cual persona, sino que hay que ir más allá y verlo todo con una perspectiva global desde la distancia del observador omnisciente, analizando si esa persona es idónea para el desempeño de ese menester. Si nos remitimos a la mayoría de los casos, y sin ser el típico analista gestual, observamos las deficiencias enseguida: tics nerviosos, falta de dicción, tiempos muertos en los que se nota la falta de preparación en los discursos, etc; y eso al ciudadano de a pie le transmite inseguridad, falta de empatía, y entonces te das cuenta de que te están engañando con una oratoria que no va a ningún sitio, con circunloquios constantes y palabrería vacía. 

Como se observa, he omitido un punto en este apartado: los idiomas, y es que de este tema podría escribirse un libro con anécdotas de meteduras de pata constantes y sonantes por parte de multitud de personalidades de la política, de antes y de ahora; y si no se remedia de un futuro próximo.

Dejando a un lado otros factores que van integrados en esa falta de liderazgo y  preparación, creo que el otro factor más importante sobre la enfermedad de este gobierno es intentar construir castillos en el aire, o mejor dicho, la promesa vana. Incumplir lo prometido es muy peligroso, pero es un peaje a pagar en política porque no es fácil contentar a todo el mundo, ya sean afiliados, posibles votantes o enemigos que dejan de serlo mediante pacto; e intentar, por otro lado, apaciguar a los que no son acólitos tuyos, por ideología o por intereses contrarios.

Al principio de esta crisis sanitaria, la gran apuesta de este gobierno era paliar el sufrimiento de, sino todos, la gran mayoría de trabajadores que estaban y están en riesgo de quedarse con una mano delante y otra detrás, a raíz del confinamiento. Pero las cosas no se han hecho bien desde el principio y se ha usado la mentira por doquier. Se ha estado hablando de números mareantes para salvaguardar nuestra economía mediante el pago de ERTES que a día de hoy siguen en el limbo, multitud de trabajadores autónomos no reciben prestación alguna cuando están cosidos a las deudas, infinidad de personas que están teniendo problemas constantes para solicitar la prestación por desempleo, etc; 

Y, ¿en qué se traduce esto? Pues en peleas para ver qué hay que salvar antes, si la sanidad o la economía porque el futuro se aprecia oscuro y es normal que se quiera volver a una 
situación "antediluviana" cuanto antes; en luchas políticas para ver quién la tiene más gorda y saltarse las normas a la torera; en un plan de desescalada más propio de una película de los hermanos Marx que de un estado de derecho serio, y así estaríamos un buen rato.

En resumidas cuentas, tenemos un gobierno que se ve sin fuerza, desnortado, y que se rige por una improvisación constante y que nos dirige hacia una deriva trágica, dejando en el aire nuestro porvenir , y el suyo aunque sean tan ingenuos al no verlo. No debería suceder que en el gobierno cada uno vaya a su aire, y si existen pactos de por medio aún peor, y que estén más preocupados por su propio beneficio en vez de solucionar los problemas del prójimo. No es de recibo que cierto individuo diga que va a dar prebendas a los que ocupan casas; que haya un comité de expertos sanitarios cuyos nombres y función desconocemos; que nadie entienda los horarios para salir a la calle, y el consiguiente revuelo que ello conlleva por el miedo y la confusión; y que cada día estén muriendo personas con nombres y apellidos y a dicha clase política no le importe en absoluto.

En fin, en el país de los ciegos el tuerto es el rey.

Manuel Morillo Miranda




viernes, 24 de abril de 2020

Políticos trileros

Empezaré con un trozo de la canción de Dani Martín: "Mentira, mi vida es una mentira y me la inventé". Muchas mentiras juntas "suponen" en cierto modo una verdad y eso se lo están tomando a pies juntillas los trileros que nos desgobiernan, y digo trileros porque me parece un buen calificativo para todos ellos sin distinción, podría utilizar otros conceptos como mangantes, pícaros, o simplemente mentirosos. 

El arte de ser trilero es como el de ser mago o un ilusionista, pero el segundo, aunque nos engaña, no nos perjudica totalmente como sí hacen los políticos. Los políticos piensan que su verdad, salpicada de mentiras y fraudes constantes, es universal. 

No, señores y señoras, las únicas verdades universales son las matemáticas, la vida y la muerte y, como decía Descartes en su "Cogito ergo sum": de lo que no puedo dudar es de que si pienso existo, aunque haya un genio maligno que me quiera arrebatar ese pensamiento. 

Y de otra cosa de la que no se puede dudar es de que, como decía el gran Nietzsche, "la verdad la tiene el poder" y eso lo observamos en el tufo que van desprendiendo diversos "antimedios" de comunicación que veneran todo lo establecido,  y que critican todo lo que no esté acorde con las reglas con las que se juega ahora en este momento, y como interesa que los ciudadanos no vean más allá de su mirilla opaca, nos bombardean a conciencia con su propaganda para ver si sucumbimos a sus intenciones ocultas.

Pero, ¿qué va a suceder, me pregunto desde mi ignorancia confinada, cuando al fin todo esto acabe y veamos la luz? ¿Se piensan que la multitud de familias que han perdido y no han podido llorar a sus seres queridos no va a hacer reclamos? ¿Esperan que la economía de un país que empezaba a resurgir, y que vuelve a agachar cabeza como avestruz, se recomponga por arte de birlibirloque? En fin, no tardaremos mucho en averiguarlo. 

Ojo, en ningún momento estoy mencionando siglas políticas aunque se intuyen, porque el problema no es solo la falta de comunicación  y la lucha, emulando un Mc Gregor vs Nurmagomedov, entre el centralismo y a los que da de mamar, o sea, su séquito de inoperantes "autonosuyas", sino que va mucho más allá porque los personajes que salen en la caja boba para atestiguar las cifras mareantes de muertos y heridos por este virus, se podrían cambiar perfectamente por teleñecos, almenos los teleñecos no son humanos ( o sí según se mire el prisma). 

Y ese problema se enquista más aún cuando la supuesta oposición no ejerce como tal y le baila el agua a los que manejan el cotarro. Otra cosa sería hablar de cómo lo 
hubieran gestionado otros trileros en su situación, pregunta imposible de contestar pero sí de imaginar. 

Hay dos conceptos, palabras, vocablos, etcétera, que los mandatarios no aceptan, no entienden o que directamente tergiversan. En primer lugar no saben qué es la resiliencia, término que se debería meter en la mollera toda la "mankind", o sea la humanidad entera. Esa resiliencia hubiera sido clave para que esta catástrofe no se hubiera producido, o se hubiera minimizado, porque es la capacidad de avanzarse a un acontecimiento para que sea lo menos dañino posible, y si se produce para menoscabarla; pero ni China primero, ni Italia ni nuestra cuna después hicieron caso o hicieron caso omiso de la que se avecinaba. 

Y aquí se abre una doble vía, y digo esto porque si esto ha sucedido por un fallo humano en un laboratorio malo, pero si es por un castigo de la naturaleza peor. Y si atiendo a mi postura, me inclino por la primera opción, desde mi ignorancia venida a menos opino que se ha producido adrede por luchas ocultas entre Mordor y Minas Tirith, el bien y el mal siempre a lo suyo.

El segundo concepto es el de arrepentimiento, ¿tan complicado es reconocer que se han equivocado? ¿Tanto miedo tienen a entonar el mea culpa como hizo el francés?. Es entendible e inteligible que somos humanos, pero hay que dejar el orgullo atrás y reconocer los errores del pasado y del presente. 

Decía mi gurú de cabecera, José Ortega y Gasset, por gracia y espiritu del gran López Frías, que el pasado hay que asumirlo en el presente para poder encarar el futuro, y estas premisas no se cumplen a la hora de buscar un bien mayor. 

En fin, hay trileros de calle y de casa, los primeros son de carne y hueso y engañan a un pequeño número de pobres incautos, los segundos son virtuales y nos causan demasiados quebraderos de cabeza....porque se lo permitimos y solo pueden rendir cuentas a toro pasado. 

Es hora de cabalgar todos juntos hacia el día de mañana, un día en el que demostremos que de esto se sale, y no precisamente porque nos ayuden los que nos representan, o no.

Manuel Morillo Miranda

sábado, 14 de marzo de 2020

Que viene el lobo

Dentro de mi ignorancia supina sobre este virus me veo en la obligación de compartir unas líneas sobre mis elucubraciones sobre este tema, y como siempre digo, no intento persuadir a nadie, simplemente pido que reflexionemos sobre ello. 
En primer lugar, creo que nos deberíamos fijar en "qué" o "quién" se beneficia de esta situación de crisis al más alto nivel, primero pensaba, cuando solo se daba esta situación en China, que quien se beneficia son las multinacionales farmacéuticas para engrosar el precio de alguna vacuna que posiblemente ya tengan preparada, los mercados de abastos aprovechándose de la alarma generalizada o, por otro lado, alguna empresa denominada "on line", como sucedió en China con la creación de "Aliexpress" en 2010 después del brote de SARS anterior a este COVID19. En cualquier caso no se le dio la importancia necesaria pensando que solo sucedería en el ámbito territorial del sureste asiático.
El problema radica en que rápidamente se extendió por Irán, Corea del Sur (supongo que en Corea del Norte también pero no se puede saber a ciencia cierta con la cerrazón de las dictaduras a abrirse al mundo en sus problemas), y llegó a Europa y arrasó Italia, observando que quienes de verdad sufrían el virus eran la gente mayor, posiblemente con patologías previas. Desde ese momento se debería haber hecho en Europa un plan de contingencia sanitaria y cerrar las fronteras inmediatamente para prevenir antes que curar, lo que conocemos como resiliencia. Pero las instituciones europeas no se atrevieron, no se quisieron poner de acuerdo o vete a saber qué razón hubo detrás; lo plausible es que estaban más preocupados por eventos deportivos que por una eventual emergencia sanitaria. Tal y como llegó a Italia se empezó a expandir por toda Europa, pensar que eso no iba a suceder es de necios viviendo en un mundo tan globalizado, y llegó a nosotros, que tenemos un gobierno que estaba en la hinopia como todos los demás gobiernos europeos y que pensamos que esto "no nos va a pasar" porque vivimos en la sociedad del estómago agradecido, de a mí me las den todas, pero ya era tarde. 
A partir de aquí la ecuación cambia, mi perspectiva también, y empecé a pensar que quien de verdad sale ganando son los gobiernos europeos (desconozco si se puede aplicar esta teoría en China, con una población desorbitada de 1350 millones de habitantes y que seguramente tendrá otras peculiaridades) Europa es vieja, se ha vuelto vieja habiendo superado dos conflagraciones mundiales y diversas guerras civiles como España o la extinta Yugoslavia, y que causó inmensos "baby crash" en su momento. La cuestión es que Europa tiene una población cada vez más avejentada o sobreenvejecida, con una esperanza de vida bastante alta (Suecia y España se llevan la palma con una esperanza de vida mayor de 80 años), y que se vive cada vez peor la cuestión de las pensiones de nuestros mayores, unos por estar descontentos con las pensiones y otros (el gobierno) por no saber valorar el esfuerzo de los años de trabajo de nuestros mayores, años que sirvieron para levantar economías en ruinas; y lo más triste es que a esto hay que sumarle la baja tasa de natalidad, las parejas no tienen descendencia y tampoco es que los diversos gobiernos, españoles y europeos, que hemos tenido, sin generalizar, hayan hecho grandes dispendios en esa cuestión. En fin, hay que cuidar a nuestros mayores, no porque nos lo dicten las instituciones sino por sentido común, porque nos han criado y no se merecen este sinsentido, cada persona debe vivir el tiempo que el destino le tiene deparado y no el tiempo que imponga una pandemia, ya veremos si provocada o no por intereses gubernamentales estatales o supra estatales, de las cuestiones biológicas como la selección natural o la supervivencia del más fuerte, que se ocupen otros... Que viene el lobo, que viene el lobo, el lobo está aquí para quedarse. 


Fdo: Manuel Morillo Miranda