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viernes, 1 de mayo de 2020

Gobierno inERTE

Si hay una palabra, o dos, para definir las acciones, mejor dicho las inacciones, de este gobierno son su "inercia" y su ineficacia. Algo inerte es sinónimo de algo sin vida, algo que debes mover porque no posee "un automovimiento" como poseen los seres vivos cada uno a su manera. Así, algo inerte está en un reposo contínuo, como lo son una piedra o un lápiz, que no tienen la propiedad de moverse por sí mismos y que solo son movidos o movibles si una determinada fuerza actúa sobre dichos objetos, pero por el momento dejemos las leyes de la física a un lado y vayamos entrando en materia.

Entonces, ¿Qué le sucede y de qué adolece este gobierno? Podríamos aducir miles de argumentarios para contestar a semejante cuestión, pero lo podemos reducir en el "aquí y ahora" a varios factores, y me dejo bastantes: falta de liderazgo, autocrítica y preparación;  sentimiento y obligación de perpetuidad en el poder, improvisación por doquier, exangüe y desesperenzadora fiabilidad del pacto e incumplimiento de lo prometido, en resumidas cuentas: ser el paradigma de la ineficacia.

Para explicar estas razones creo que antes debemos dar un rodeo histórico en el tiempo para poder comprender el problema que aquí nos ocupa. Soy de la opinión de que hace muchos años que nuestra "Carta Magna" se está quedando atrás, no está actualizada y debe ser reformada conforme a los tiempos en los que nos ha tocado vivir. Fue una "Constitución" adelantada a su tiempo y óptima según las circunstancias acaecidas en 1978 (como lo fue en sus tiempos la liberal "Pepa" de 1812), votada y refrendada por la inmensa mayoría de la sociedad española de la época.

Pero han pasado 42 años ya desde que dicho compendio de leyes nació, y después de haber pasado su mayoría de edad ha envejecido y no se adecúa a esta nueva tesitura. Renovarse o morir, esa es la cuestión, y, más pronto que tarde, alguien con una visión de futuro abrirá los ojos seguramente a esta sociedad tan anclada en el pasado. Un gran punto a valorar sería la reforma de todos los aspectos relacionados con el sistema parlamentario y electoral: ley D'Hondt, gobierno del partido más votado (con mayoría absoluta o sin la misma), supresión de instituciones vanas, reafirmación de los consistorios, etc;

Como he dicho antes, una de las causas, sino la más acuciante, de la ineficacia o ineptitud de este gobierno (o el término que ha acuñado el filósofo Jean d'Ormesson: "ineptocracia"), es la falta de liderazgo en política. Cualquier persona que se quiera dedicar a este "noble" arte de la política, debería estudiarse antes un sinfín de teorías básicas utilizadas a lo largo de la historia, comprendidas todas en el gran libro de Norberto Bobbio sobre la "teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político". 

Desde Platón, Aristóteles y Maquiavelo; pasando por Bodino, Hobbes, Vico y Montesquieu; hasta llegar a Hegel y Marx; todos ellos han construído un sistema con sus teorías, a veces acertadas, a veces no, y todos han ejercido de ideólogos sin saberlo.

Y el problema no radica solo en desconocer, por ignorancia o memez, cuales son los fundamentos de cualquier ideología de índole política, sino en asumir que en política no se puede innovar, y digo esto porque observo una gran carencia ideológica; no es que solo falten políticos bien preparados sino que en parte no los hay porque no hay liderazgo. 

Que no hay liderazgo se observa en cuanto enciendes la caja boba, "cadenas diferentes con ideologías diferentes que cuentan cosas diferentes", no hay quórum, no hay un consenso que ahora sería más necesario que nunca, solo hay lides vanas por minucias territoriales. Si existiera un líder que de verdad aglutinara a las masas en busca de un fin o bien común, las cosas no nos vendrían tan mal dadas, y la situación futura no nos da atisbos de esperanza precisamente. 

Sobre la preparación de los políticos, no hay que observar de primeras solo el aspecto académico de tal o cual persona, sino que hay que ir más allá y verlo todo con una perspectiva global desde la distancia del observador omnisciente, analizando si esa persona es idónea para el desempeño de ese menester. Si nos remitimos a la mayoría de los casos, y sin ser el típico analista gestual, observamos las deficiencias enseguida: tics nerviosos, falta de dicción, tiempos muertos en los que se nota la falta de preparación en los discursos, etc; y eso al ciudadano de a pie le transmite inseguridad, falta de empatía, y entonces te das cuenta de que te están engañando con una oratoria que no va a ningún sitio, con circunloquios constantes y palabrería vacía. 

Como se observa, he omitido un punto en este apartado: los idiomas, y es que de este tema podría escribirse un libro con anécdotas de meteduras de pata constantes y sonantes por parte de multitud de personalidades de la política, de antes y de ahora; y si no se remedia de un futuro próximo.

Dejando a un lado otros factores que van integrados en esa falta de liderazgo y  preparación, creo que el otro factor más importante sobre la enfermedad de este gobierno es intentar construir castillos en el aire, o mejor dicho, la promesa vana. Incumplir lo prometido es muy peligroso, pero es un peaje a pagar en política porque no es fácil contentar a todo el mundo, ya sean afiliados, posibles votantes o enemigos que dejan de serlo mediante pacto; e intentar, por otro lado, apaciguar a los que no son acólitos tuyos, por ideología o por intereses contrarios.

Al principio de esta crisis sanitaria, la gran apuesta de este gobierno era paliar el sufrimiento de, sino todos, la gran mayoría de trabajadores que estaban y están en riesgo de quedarse con una mano delante y otra detrás, a raíz del confinamiento. Pero las cosas no se han hecho bien desde el principio y se ha usado la mentira por doquier. Se ha estado hablando de números mareantes para salvaguardar nuestra economía mediante el pago de ERTES que a día de hoy siguen en el limbo, multitud de trabajadores autónomos no reciben prestación alguna cuando están cosidos a las deudas, infinidad de personas que están teniendo problemas constantes para solicitar la prestación por desempleo, etc; 

Y, ¿en qué se traduce esto? Pues en peleas para ver qué hay que salvar antes, si la sanidad o la economía porque el futuro se aprecia oscuro y es normal que se quiera volver a una 
situación "antediluviana" cuanto antes; en luchas políticas para ver quién la tiene más gorda y saltarse las normas a la torera; en un plan de desescalada más propio de una película de los hermanos Marx que de un estado de derecho serio, y así estaríamos un buen rato.

En resumidas cuentas, tenemos un gobierno que se ve sin fuerza, desnortado, y que se rige por una improvisación constante y que nos dirige hacia una deriva trágica, dejando en el aire nuestro porvenir , y el suyo aunque sean tan ingenuos al no verlo. No debería suceder que en el gobierno cada uno vaya a su aire, y si existen pactos de por medio aún peor, y que estén más preocupados por su propio beneficio en vez de solucionar los problemas del prójimo. No es de recibo que cierto individuo diga que va a dar prebendas a los que ocupan casas; que haya un comité de expertos sanitarios cuyos nombres y función desconocemos; que nadie entienda los horarios para salir a la calle, y el consiguiente revuelo que ello conlleva por el miedo y la confusión; y que cada día estén muriendo personas con nombres y apellidos y a dicha clase política no le importe en absoluto.

En fin, en el país de los ciegos el tuerto es el rey.

Manuel Morillo Miranda




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