Entradas populares

domingo, 25 de abril de 2021

¿Super-liga o infra-liga?

Por lo que se puede observar estos días, el "trending topic" o tema del momento ha sido y será la creación de la nueva Superliga de fútbol. Como aficionado al fútbol, para más señas madridista pero no por eso cegado por el escudo, creo que aunque ahora el presidente madridista sea objeto de chanza por el momento, tiempo al tiempo y lo que se ha quedado en agua de borrajas se acabará llevando a cabo. Puede ser que el mayor detonante de esta crisis en las altas esferas futbolísticas haya sido la imperante pandemia, pero no es la única razón.

Corrían los años 90 cuando cierto jugador apellidado Bosman cambiaría el futuro del fútbol sin saberlo cuando pidió jugar en otro país de la Unión Europea, en concreto quiso cambiar los aires belgas por franceses, pero sus deseos no fueron concedidos. Ante tal situación, puso su caso en jurisprudencia, denunciando a la federación belga y a la UEFA, y en 1995 se le dio la razón basándose en la libre circulación de trabajadores por todos los estados constituyentes de la Unión Europea. A partir de entonces, el balompié no volvió a ser lo que era. 

En los años posteriores no se notó en demasía la multitud de acontecimientos que conllevaría dicho caso Bosman, incluso la final de la Champions League de 1995 jugada entre el Ajax de Amsterdam y el Milán fue una muestra del poderío de las canteras: en el equipo titular holandés solo había tres extranjeros (uno comunitario y dos no), y en el italiano solo un foráneo (Boban). Sucedió algo parecido en las finales de 1996 y 1997, pero la revolución llegó en 1998, en la final disputada entre el Real Madrid y , la "Vecchia Signora", la Juventus de Turín: en el equipo titular blanco había siete jugadores no nacidos en España, en el italiano tres, sucedió lo mismo en la final del año siguiente y así sucesivamente hasta la del pasado año en plena pandemia, en la que si sumamos los jugadores titulares de los equipos que la protagonizaron, fueron 14 ( 9 en el PSG y 5 en el Bayern Munich).

En resumidas cuentas, que por vestir a un santo se desvistieron a miles, y se comenzó a perder la esencia del fútbol basada en la proyección de las canteras y realizar pocos fichajes allende las fronteras. Lo que en principio fue una novedosa idea que no transmitió peligro alguno a los dirigentes de los clubs, se acabó erigiendo en un gran mal deportivo (como en el caso de la burguesía, que acabó derivando en un capitalismo exacerbado), que tuvo diversos efectos a más corto o largo plazo: poca proyección de las canteras y gran dispersión de futbolistas que podrían haber triunfado en sus equipos y que se tuvieron que buscar la vida dentro y fuera del país (a día de hoy hay más de 100 canteranos madridistas, que empezaron en categorías inferiores, repartidos por toda la geografía española y europea); grandes dispendios en supuestas figuras del fútbol que no lo eran en realidad (no voy a personificar pero la lista es muy extensa y pocos equipos se libran de esta rémora); el auge de las televisiones de pago, que hizo encarecer sobremanera los precios de las entradas; y, sobre todo, el poco cariño con el que fuimos tratados los aficionados, que vimos que ir al fútbol era como comprar percebes en Navidad.

Hay que decir que este problema ha sido cíclico y que ha afectado sobre todo a equipos medianos y pequeños, que no pudieron luchar contra los poderosos y tuvieron que dejar marchar a sus jugadores franquicia en muchos casos. También ha habido equipos que han sido la excepción a la norma según la época y que han cuidado bastante de sus futuros valores (El Barcelona de Xavi o Iniesta, el Ajax, el Madrid de zidanes o pavones, etc; y por supuesto el Athletic Club de Bilbao, que sigue resistiendo como los galos en su día), pero en general muy pocos equipos han resistido a esos cantos de sirena en forma dineraria. También ha habido equipos como el Sevilla, un ejemplo de gestión, de comprar barato y vender caro (el caso de Sergio Ramos o Jesús Navas es paradigmático), pero casi siempre las negociaciones son con jugadores foráneos.

Después de este análisis llegamos a esta nueva situación. Puede ser, como he apostillado al principio, que la mecha que ha prendido la llama para firmar y formar una competición nueva haya sido la pandemia; pero detrás se esconde un conflicto enorme de dimes y diretes entre los grandes clubes por un lado, y la UEFA y las federaciones nacionales por otro. Es difícil un consenso cuando, en virtud de la pandemia, los considerados grandes equipos han perdido una multitud de liquidez por tener los estadios vacíos y por las negativas de los futbolistas; que al fin y al cabo no dejan de ser trabajadores por cuenta ajena, y no agentes libres como se permiten algunos baloncestistas en la NBA. Pero tampoco lo ponen fácil las federaciones, la UEFA y la FIFA con calendarios farragosos y encuentros sin ningún atractivo.

Creo que existe una enorme hipocresía al decir que el fútbol pertenece a los aficionados españoles cuando en verdad no tenemos ni voz ni voto desde hace más de 20 años, cuando Bosman lo cambió todo. Muchas quejas con la Superliga pero no es de recibo que las selecciones tengan que hacer pachangas que causan lesiones, o que haya partidos que se juegan a horas intempestivas que no puede disfrutar un niño porque ha de levantarse temprano, y que solo favorecen a aficionados de China, p.ej. No veo yo a la NBA cambiando sus horarios para que podamos disfrutar su baloncesto de día. Las federaciones y estamentos futbolísticos deberían darse cuenta de que a los futbolistas les pagan sus clubes y que no son títeres sino personas. 

Para finalizar hay que criticar también a los presidentes de los equipos por haberlos convertido en empresas unos, y grandes negocios otros. No es normal lo que está sucediendo con el Valencia CF, RCD Espanyol o Almería, y que ya sucedió con los clubes ingleses como cuando Abramovich compró el Chelsea. El fútbol, más allá de ser de los aficionados, debe ser de los socios que pagan sus cuotas, y no de mangantes magnates (o viceversa) que no cuentan con los sentimientos de miles de personas. En fin, no se pueden ni se deben pagar las cifras que se manejan para comprar a tal o cual jugador (se sobreentiende de cuáles), esto acabará estallando, por un lado o por otro. 


viernes, 2 de abril de 2021

A Hume no le gustaría el cine.

¿Se puede ser inductivista y lo opuesto a la vez? Está claro que David Hume lo consiguió, fue un adalid de la experiencia mediante lo sensorial, pero concluyó que esa observación perenne no era válida para poder explicar la conexión necesaria entre la causa y el efecto, con lo que analizando su filosofía se observa un poco de contradicción y un mucho de falta de visión de conjunto. Nos podríamos cuestionar así qué habría sucedido si Hume hubiera seguido por el camino hipotético, deductivo-inductivo, cartesiano en vez de quedarse a medias en su proyecto.

Si nos atenemos a sus cuestiones de hecho, con el manido paradigma de las bolas de billar, observamos los errores de su filosofía a vuela pluma. No creo que nadie que viva en esta época esté de acuerdo en decir que el futuro, aunque contingente, no pueda ser objeto de estudio porque no podemos tener experiencia sobre el mismo. Decir que siempre vivimos el presente es mentira, más aún cuando ahora mismo deseamos una huida hacia adelante, queremos sueño y no tanta realidad mediocre e incierta. Decía el gran Ortega, en sus "Meditaciones del Quijote", que existe una línea histórica que nos define, el pasado hay que asumirlo en el presente de cara al futuro, pero nunca olvidarlo. Pero Hume desconocía el quehacer de cada uno, cuyo afán siempre es futurible como proyecto sartriano y no presencial.

El siguiente pero radica en su crítica de las tres substancias, la forma de acometer el análisis de cada una de ellas es a mi parecer un craso error. Comencemos por la "res infinita" o Dios, quizás la más polémica. En ese juego de impresiones-presente e ideas-pretérito, Hume llegó a decir sobre dicha sustancia que incumplía los preceptos del "principio de la copia": cada impresión sensible concreta, cada experiencia constatable, es convertida en idea mediante la memoria o el recuerdo; la imaginación puede relacionar varias ideas y convertirlas en complejas aunque carezcan de referente real. 

El problema aparece cuando surge un concepto del que no tenemos constancia a nivel experimental: Dios. Hume afirmó que Dios se opone al principio de la copia, no tenemos impresión de su sustancia y, por tanto, tampoco puede haber idea del mismo, pero eso no significa que Dios no exista. Así se observa una paradoja en su crítica a Descartes: tilda al referente racionalista de cómodo por solventar su duda hiperbólica sobre el genio maligno a través de la demostración también hiperbólica de la existencia de Dios, pero Hume se echa atrás en parte en el análisis sobre la sustancia infinita. 

Respecto al análisis de la crítica de la "res cogitans", el pensamiento, Hume aduce que no puede existir una realidad extramental.